Después de un largo paréntesis (20 años) sin pisar suelo americano, decidimos viajar en familia por una parte de la mítica Ruta-66, concretaménte por los estados del oeste: New Mexico, Arizona, (Nevada) y California.

«los fotógrafos mentimos muy bien…»

El mito de dicha ruta, creo que está más en nuestro subconsciente, que en lo que realmente podemos encontrar en dicha ruta. Por una parte, las imágenes que solemos mostrar de la misma, son llamativas, coloristas y nos sugieren un viaje lleno de color y emociones. Diagnóstico sobre valorado, ya que los fotógrafos «mentimos muy bien» y podemos mostrar imágenes muy atractivas de lugares donde la mayoría de mortales preferirían no estar.

«Los Angeles está repleta de vanidosos, clase media acomodada y sobrevivientes de la pobreza más extrema»

Por otra parte, el romanticismo de la historia se basa en el movimiento migratorio de los habitantes de la costa este americana (Chicago, New York,…), a la soleada y próspera California, ya que allí la oferta de trabajo era creciente y se auguraba un futuro más próspero. Esta historia de superación personal de cada individuo que se lanzaba a la carretera en busca de un futuro mejor, actualmente sólo me provoca melancolía o tristeza, ya que California y Los Angeles concretamente, ya no es sinónimo de oportunidad para nadie, salvo para unos pocos afortunados que deseen jugar a esa lotería del «sueño americano». Esa metrópoli inmensa, está repleta de vanidosos, clase media acomodada y sobrevivientes de la pobreza más extrema. Cada grupo aislado en su propio gueto.

El afán de superación y la búsqueda de un futuro mejor, es innata en el ser humano. Por esta razón, no puedo dejar de comparar a esos primeros viajeros de la Ruta-66 con los actuales inmigrantes, los cuales escapan de los conflictos bélico/económicos de sus respectivos países y de como son «recibidos» por los estados de la Unión Europea.

Viajar por la Ruta-66, puede proporcionar diferentes estados de excitación, decepción o generación de endorfinas, dependiendo del bagaje individual de cada uno, pero lo que físicamente vamos a encontrar es material «arqueológico» en descomposición acelerada. Por una parte está el factor turístico (souvenirs, merchandising, etc.), el cual no tiene porque desaparecer, pero muchos de los lugares históricos se han desvanecido en el tiempo por la corrosión, la maleza o el pillaje. Es justo afirmar que hay excepciones, donde por aportaciones privadas se han conservado edificios relevantes como gasolineras y también algunos restaurantes que por razones obvias, han tenido la fortuna de poder continuar con el negocio.

«Un lugar interesante para perderse…»

Para mí, la Ruta-66 todavía es un lugar interesante donde perderse buscando esa iconografía particular, vestigio de un pasado reciente que evidencia el fracasado «sueño americano«, aunque alguien (o quizás nuestro propio subconsciente), nos quiera hacer creer que «cualquier tiempo pasado fue mejor«.

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